LO BELLO DE LA TRISTEZA
Tal vez el mejor descubrimiento del ser
humano ha sido la risa. Ningún otro posterior puede superarlo. Incluso aquellos
que salvan vidas en las enfermedades más terribles. La risa ha ayudado a la
humanidad a superarlo casi todo.
Uno sufre cuando la realidad que anhela
vivir es diferente a la que en realidad vive. A veces esperamos un final
diferente al cuento que estamos viviendo, y ello nos provoca congoja, malestar,
sufrimiento…tristeza. No es fácil acomodar los sueños en brazos de la vida. Por
eso no debe uno de luchar contra aquello que no puede cambiar. Tenemos derecho
al pataleo, eso sí.
La pérdida, casi siempre representante
de lo trágico, tiene la capacidad de desestabilizarnos hasta tal punto que
podemos llegar a sentir que todo se tambalea bajo nuestros pies. Pero no es
así. Perder es lo más habitual en la vida. Sin embargo, la pérdida puede
suponer todo lo contrario. Nos puede situar en una situación tal que tengamos
que tomar decisiones. Y estas pueden acercarnos a mejores lugares. Uno debe de
ver la pérdida como una nueva oportunidad.
La tristeza y la melancolía han formado
parte del paisaje mental de muchas personas a lo largo de los siglos. Y no por
ello estas han dejado de lado sus vidas o han perpetuado su situación de
amargura temporal. Lo bello de la tristeza radica, a mi entender, en la
posibilidad que nos da de valorar los momentos más poderosos del ser humano. Aquellos
en los que emerge de nuevo. No hablo del instante final, sino del proceso. De ese camino, a veces proceloso, en
el que vamos descubriendo belleza en
nuestro interior.
La alegría de vivir está tras cada poso
de tristeza. Las lágrimas no deben ser otra cosa que un proceso de limpieza
interior que nos permita abrir los ojos a todo lo bueno que está por llegar. En
ocasiones, una carcajada puede hacer saltar por los aires la puerta que nos
oprime. Aprender a reír en medio de la tristeza no es algo baladí.
Las respuestas suelen estar en lugares
donde no queremos mirar. Hacerse preguntas, no importa si oportunas o no, nos
acerca a las respuestas correctas. Y estas no siempre van a coincidir con
nuestros deseos. Muchos no se las hacen; y no porque quieran permanecer
ignorantes, sino por el temor a la verdad. Una verdad que casi siempre provoca
un cambio para el que es necesario tener coraje.
Lutero decía: “No puedes evitar que los pájaros
de la tristeza vuelen sobre tu cabeza, pero sí puedes evitar que hagan su
nido en tu cabello”. No sé si alguna vez
permití que los nidos fuesen demasiado grandes como para impedirme ver el
horizonte. Por fortuna descubrí de niño que la risa es una medicina genial. Incluso
cuando no tienes ni la menor idea de por qué te estás riendo.
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