El refugio.

 

Tengo vagos recuerdos de aquel día, apenas ramalazos que llegan en forma de flash y que me ayudan a formar una idea, tal vez equivocada, de lo que ocurrió. Si recuerdo, con claridad, la sonrisa que se quedó grabada en mi cara.


El camino era angosto, una subida larga y tachonada de piedras que hacían el caminar incómodo. Te quejabas de ello, aunque al rato lo dejabas en segundo plano ante la belleza del paisaje. A medida que seguíamos subiendo dejábamos atrás los espesos bosques del inicio. En los que casi parecía hacer frío, como bien indicaban tus pezones. A los que me era difícil no mirar, con aquella camiseta ajustada sin nada más debajo que la hermosa piel de tu cuerpo.


Casi llegando a la cima me pediste que fuese yo delante, pues conocía el camino y no querías perderte. Me enardecí al pasar a tu lado sudando cuando sujetándome el brazo me dijiste al oído: “me gusta el olor de tu piel cuando sudas”... si necesitaba más vigor...ahí lo tenía. Presto me acerqué a la cima.


En aquel vértice que indicaba la cima, me senté a contemplarte mientras mirabas embobada las lagunas glaciares. Hacía calor y te sobraba ropa. Dejaste a un lado las perneras del pantalón desmontable y me miraste sonriendo. “Al llegar abajo nos bañamos” gritaste... mi corazón se aceleró.


Recuerdo la bajada entre risas, con algún resbalón que otro en las rotas piedras de la senda. No había mucha gente aquel día, y la mayoría hacían el camino inverso, por lo que al acercarnos a la laguna apenas quedábamos tres o cuatro personas. En aquel banco del refugio dejamos nuestras mochilas y nos acercamos al agua.


Todos sabíamos que no se puede nadar allí, pero los más de treinta grados consiguieron que todos estuviésemos hasta las rodillas en poco tiempo. Y tú, tú me miraste sonriendo y te sumergiste entera, dando pequeños saltitos al emerger. Tus pechos oscilantes, mi cuerpo ardiendo. No fue mucho rato, cuatro o cinco minutos...suficientes para disfrutar.


Al salir nos quedamos solos, teníamos ropa para cambiarnos y el refugio al lado. Entramos. Y nada más entrar te abracé por la espalda, buscando aquellos pezones que me habían traído la cabeza atribulada desde la mañana. Y te acaricié con los ojos cerrados, la boca en tu cuello y tus manos buscándome. Y encontrando.


No recuerdo cómo, pero si tengo nítido tu cuerpo apretado contra el mío. Tus piernas rodeándome y yo empujando entre ellas. Mientras tus manos recorrían mi pecho, mi espalda, mi cuerpo... nos dejamos caer en aquella mesa de madera en la que, como si el más dulce de los postres fuese, me ofrecías tu sexo para que mi sedienta boca se embriagase.


No recuerdo las veces que me sentí desfallecer por el cansancio y el placer. Un torbellino de sensaciones que turbó mi mente más de lo que creo. Tan sólo el sonido del cerrojo abriendo la puerta de golpe me sacó del trance. Si nuestras caras fueron de sorpresa, no lo fue menos la de aquella mujer y su sombrero; perpleja al ver mi culo y tus piernas nada más entrar al refugio. Y nos dio la risa floja. Esa que va de la vergüenza a la pillería con mucha velocidad. Nos vestimos como pudimos sin darnos cuenta de lo tiznados que estábamos de las cenizas que algún gracioso había vertido sobre la mesa.


Al salir por la puerta ya no quedaba nadie, tan sólo el sonido del atardecer en la laguna. No estaba la señora, no estabas tú... todo tan confuso. Llevaría cincuenta o sesenta metros caminando cuando caí en la cuenta de que me había quedado dormido en el refugio hacía unas horas. Había llegado tan cansado al final de la ruta que opté por tumbarme en la mesa y descansar un rato. Mi reloj me indicó que casi dos horas profundas. Y tú, ¿quien eras?¿de dónde habías salido?....


Fue llegando al coche donde te vi al otro lado del parking. Nos habíamos cruzado en la cima de la cordada, en aquel tramo de casi doscientos metros en el que nuestras miradas se cruzaron sonrientes. Sin más cruce de palabras que la cortesía de: “la ruta está bien”. No sé como te llamas, ni de dónde eres, pero no he olvidado aquella tarde en el refugio.

Comentarios

Entradas populares