Distopía
Desde niño siempre he tendido al pensamiento utópico, a creer que el futuro podría ser un lugar mejor. Tal vez como consecuencia de una manera de crecer un tanto diferente. No fue, sin duda, un transitar por una buena carretera. Además de las curvas de cualquier otra, desaparecía en el horizonte con demasiada frecuencia.
Casi siempre he visto el vaso medio lleno. Habría sido demasiado fácil dejarme llevar por las situaciones, emociones o sentimientos que, en algún momento, me han zarandeado. Me he obligado a visualizar el entorno de la mejor manera posible. Aunque ser taciturno también me ha jugado malas pasadas.
Ahora, tal vez porque los años van cayendo, soy más consciente de que el mundo utópico que añoraba de joven se ha convertido en un universo plagado de diferentes distopías. Muchas suceden a nuestro alrededor, creadas por los intereses de quien detenta el poder. Sirviéndose, como siempre, de las marionetas políticas o militares de turno.
Pocas personas habrán hecho más daño a la humanidad que Milton Friedman y Arnold Harberger. Principales referentes del liberalismo económico. Aquel que sólo puede existir si parte desde posiciones de opresión política. Se trata de una corriente que defiende la libertad individual, desde la iniciativa privada. Una libertad individual que va contra la misma sociedad. Idealiza al individuo cuando este jamás podrá alcanzar ninguna meta sin la participación del resto de la sociedad. El liberalismo económico se sustenta en la deshumanización de aquellos que no alcanzan el nivel suficiente como para conseguir las cotas indicadas. Cierto es que cuando al liberalismo no le va bien, recurren al Estado para que les salve. Por el camino dejan sociedades destrozadas.
USA, siempre ha querido marcar el camino por el que debían de transitar las “democracias” europeas. Lo ha hecho desde esa utopía llamada “sueño americano”. La realidad no puede ser más distópica. Casi cincuenta millones de personas son adictas en ese país a algún tipo de sustancia (muchos medicamentos autorizados por la FDA), otros cincuenta millones comen a diario gracias a los cupones federales para alimentos (la gran mayoría blancos afincados en las proximidades de los Apalaches). La realidad de aquel país que abrazó hace tantos años el individualismo como bandera, en la de una sociedad en la que la marginalidad es evidente cuando uno sale de las ciudades cliché que llenan las pantallas.
Alemania, ejemplo de superación como país tras renacer dos veces de las cenizas de dos Guerras Mundiales, lleva años en un serio declive social. Más allá de la “economía de guerra” que ahora vive por dejarse mecer por los brazos americanos. El sueño alemán vive su propia distopía en el casi millón y medio de alemanes que, teniendo trabajo, no tienen casa. Que siendo nacionales, no pueden acceder a los mínimos necesarios para vivir. Por qué, pues porque se han dejado de hacer políticas sociales de vivienda, etc. En interés individual por encima del interés común.
Los hijos de la Primer Intifada (1987), crecieron con la humillación constante por parte de un país, Israel, que abusaba de su posición dominante militar y económica para hacer muy difícil la vida a millones de palestinos. Y, pese a todo, muchos de aquellos niños crecieron con la esperanza de tener un lugar propio o poder salir para desarrollarse fuera de Palestina. Los hijos de la Segunda Intifada(2000) salieron a las calles para quejarse de las humillaciones constantes de un bastardo, Ariel Sharón, que empezó a deshumanizar al pueblo palestino con mucha más fuerza que antes. Un proceso que comenzó con la misma declaración del Estado de Israel por parte de Ben Gurion. La respuesta de aquellos niños en las calles a los ataques continuos de colonos y ciudadanos judíos era con palos y piedras. Desde el Estado de Israel se respondía con balas, bombas y campos de concentración o internamiento.
Ahora, en Gaza, con el pretexto de la lucha contra una organización criminal, Hamás (creada por Israel para desestabilizar a la OLP), los niños viven la distopía más criminal que el mundo moderno ha contemplado. Miles de niños con disparos de fusil en la cabeza. Millones pasando hambre en pleno siglo XXI. Una aberración constante. Un genocidio.
Ahora mismo hay demasiadas guerras en todo el mundo, parece que sólo hay en Ucrania, pero hay más muertos en África por las guerras (Congo, Sahel, etc) que en Europa. Mueren niños kurdos, sirios, afganos, irakies, libios... que pronto nos hemos olvidado de Libia. (por cierto, Trípoli nos pilla más cerca que Kiev). El color de la piel de quien fallece, parece ser el único resorte informativo que puede incomodar a una sociedad, la europea, ensimismada, sombría, cómplice.
Si algo he aprendido con el paso de los años, ha sido que el individualismo a ultranza no ha traído nada bueno. Nadie se puede hacer a sí mismo sin medrar a cuenta de otros. Sin embargo una sociedad que pueda trabajar de manera conjunta siempre podrá alcanzar cotas de bienestar social inalcanzables para el liberalismo. Cuando a uno le va bien en al vida, pero ayuda a que otros alrededor estén mejor, ganará en bienestar. No necesitará vivir en una cárcel de oro, ni generar odio. Somos seres sociales.
Mirar para otro lado sabiendo lo que ocurre, te convierte en cómplice. Entiendo que no todo el mundo tiene la capacidad o el valor para mostrar o decir lo que piensa. Las represalias, muchas veces, pueden coartar tu libertad para ser. En mi caso tengo claro de que lado quiero estar posicionado cuando el paso de los años determine los hechos que acontecen alrededor. Y, si puedo escoger, elegiré siempre a aquellos representantes que tengan el arrojo de hacer lo mismo. La equidistancia ayuda a sostener las tropelías.
Tal vez la utopía solo sirva para seguir caminando, puede ser. Seguiré caminando.
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