Lo peor de nosotros


 

El bien, ese concepto a camino entre lo metafísico y lo plausible, no está en la naturaleza. No se sostiene al albur del pensamiento de este o aquel filósofo o pensador. El bien reside en el interior de las personas. Diferenciar el bien del mal parece sencillo a priori: Se entiende por bien lo que la sociedad considera moral y digno de imitar. El mal se sitúa justo en el lado contrario, en lo inmoral y, por tanto evitable.

Sucede que las sociedades no son inmutables. Se transforman (evolucionan o involucionan) y aquello que parecía inamovible se desplaza. El bien ya no es lo que parecía y el mal logra abrir un espacio para la duda. Los medios de comunicación contribuyen de manera directa a estos cambios de percepción.

Sin embargo hay posiciones sobre lo que está mal, que no deberían de ser cuestionadas y hoy lo están. Para mi resulta incomprensible que alguien pueda defender posturas políticas y/o sociales que justifiquen exterminar  a una población determinada. No importan los motivos esgrimidos, son todos falaces.

Asistimos, no con la frecuencia debida dada la censura informativa, a la deshumanización de una sociedad, la palestina. Estamos presentes, además, en la aparición delante de nuestros ojos de un genocidio intolerable. Y pasamos de puntillas. Nuestra sociedad, las demás no me afectan directamente, mira hacia otro lado. Y es terrible. Porque destapa lo peor de nosotros.

Alguno me dice: “es que no podemos hacer nada”, pero sí podemos. Salir a las calles a manifestarse contra esta atrocidad debería de ser una constante en todas las ciudades. Boicotear todo aquello que tiene relación con el país genocida tendrían que ser una realidad. Sin embargo, la anomia parece haberse instalado entre nosotros.

Están matando a personas de hambre, las han desplazado, humillado, mutilado, violado… Y todavía hay quien justifica el “derecho a defenderse” de los genocidas. Sin duda, quien así piense adolece de principios y valores elementales. Nada justifica una matanza, sobre todo si es orquestada, planificada y ejecutada de manera premeditada.

Cuando nuestra sociedad mira para otro lado, se convierte en cómplice. Cuando algún político defiende lo que hace Israel, se convierte en cómplice. En una mesa donde come un nazi con tres personas más, están comiendo cuatro nazis. Lo mismo aplica ahora.

Por otro lado resulta inverosímil la versión oficial del país sionista. El mayor Estado policial del mundo, deja una brecha por la que, supuestamente sin ayuda interna, se adentran los terroristas de Hamás para llevar a cabo un atentado vil y terrible. Y cuesta creer que esto no ha sido orquestado desde dentro para desviar la atención de lo que parecía una evidente puesta a disposición de la justica de su presidente. Personalmente, no me lo creo.

Las imágenes de niños desnutridos, fusilados, violados… deberían de empujarnos a apartar de nuestra propia sociedad a quien justifica tal vileza. Debería llevarnos a todos  a las puertas de los partidos políticos que miran para otro lado o usan eufemismos para relativizar la barbarie. Y no lo hacemos, o no con el suficiente ruido. Y eso también muestra lo peor de nosotros.

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