Escuchando al diferente
Este momento en el que
vivimos, rodeados de un sinfín de inputs informativos por todos lados, resulta
curioso como una gran parte de la sociedad busca los lugares comunes; voces que
dicen las mismas cosas de distinta manera. Una suerte de retorno al tribalismo
más ancestral. O con nosotros o fuera. Blanco o negro. Sin duda, una manera
peligrosa de caminar por la vida; en el rebaño. Solícitos para acudir a la
llamada del líder.
Todos hemos sido testigos de “conversaciones”
en las que dos o más personas parecen hablar entre ellas pero que, en realidad,
cada uno habla de lo suyo sin prestar atención a lo que dice el otro. Todo lo
más alguna que otra onomatopeya para hacer ver que se está presente. Charlas baldías
cuyo único fin es cubrir un espacio tiempo determinado.
Existen otras “conversaciones”,
que suelen acabar en exabruptos. Comienzan cuando dos personas con posturas
antagónicas las exponen y defienden sin reparar en lo que el otro dice. Razonamientos
(cuando lo son) respaldados, casi siempre, por una determinada creencia. Lo vemos
o escuchamos, casi cada día, en los medios de comunicación.
Escuchar ha sido, desde la antigüedad,
la única manera de poder entablar un diálogo que merezca la pena. Para poder
interpelar es preciso prestar atención a lo que el otro nos quiere decir. No dar
por sobre entendido nada. Ya que la interpretación de una conversación se
alimenta de las creencias o experiencias propias. Una pregunta adecuada siempre
ayuda a que la persona que nos habla sienta que importa lo que dice. Y buscará
el mejor modo de comunicar aquello que pretende transmitir.
Lo difícil siempre resulta
escuchar al diferente. Al que piensa diferente. Y digo al que piensa, porque no
es lo mismo pensar que creer. El disenso debería de ayudarnos a apuntalar ideas
o razonamientos. Cuando alguien habla, por ejemplo, de un hecho histórico,
suele hacerlo de manera categórica. La realidad suele ser que, un mismo hecho,
puede ser visto de modo diferente dependiendo del punto de vista. Escuchar una
versión que no nos gusta, puede ayudarnos a iluminar los lugares oscuros de
nuestro propio razonamiento.
Estos días, que se conmemora
el 80 aniversario de la 2GM, los matices se vuelven más interesantes que nunca.
Se habla de aliados, de enemigos, de perseguidos, de quien ganó, etc. Cada cual
defiende lo que cree se ajusta más a la versión de la Historia que le han
contado. A buen seguro alguien en Texas creerá que la Guerra contra los Nazis
la ganaron los Aliados. Y así fue en realidad. Los matices estarán en que, para
muchos, los Aliados son aquellos que salen en la mayoría de las películas, los
chicos guapos que hablan inglés o francés. Obviamente no fue así. Si fallecieron
casi 60 millones de personas y, aproximadamente, la mitad fueron soviéticos;
parece fácil advertir quien hizo el mayor esfuerzo humano en ese tiempo. Ellos
vencieron por primera vez a los nazis,
tomaron Berlín, etc. Y sí, también eran Aliados (pero con peor prensa).
Alejar las pasiones es
fundamental para mantener una conversación que aporte a los participantes. Hacerlo
con educación y respeto al turno de palabra. Y así, escuchando, dos hinchas de
un club rival pueden llegar a hablar del deporte que aman. Y coincidir en
muchas más cosas de las que creen. Espacios que se pueden compartir que
permanecen ocultos cuando el tribalismo prevalece.
Y sí, también escuchando al
diferente uno se acaba de reafirmar en sus propios principios. Ya que, de vez
en cuando, nuestro interlocutor sólo aporta ruido. Cuando es así, lo mejor es
sonreír y marcharse a tiempo. Hay dolores de cabeza que se evitan fácilmente.
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