LA ATRACCIÓN DEL AUTORITARISMO Y LA SIMPLEZA MENTAL
Que el autoritarismo está resurgiendo no es algo que vaya
a descubrir yo ahora. Vivo en España, un país que vivió gran parte de su
historia bajo regímenes que se fundamentaban en la preminencia de la autoridad,
en forma de imposición que no moral.
La Democracia, al menos en teoría, se caracteriza por ser
una forma de convivencia en la que los miembros son libres e iguales. Se puede
ejercer el poder político del y para el pueblo. En nuestro caso es una verdad a
medias. No todos somos iguales (existe una monarquía) y por tanto ya nació
viciada. En aquel entonces los que venían de años de Dictadura, “abrazaron” el
nuevo sistema siempre y cuando su status quo no se desplazase en demasía.
Y así fueron pasando los años, puliendo las muchas
aristas que resistían (algunas todavía lo hacen) de los tiempos de la mano en
alto y el autoritarismo más casposo. Se consiguieron Derechos por los que
muchos habían perdido la libertada o la vida; se desarrolló una sociedad del
bienestar más o menos aceptable. El país fue avanzando y lo que no molestaba a
las élites, de democratizó. Todavía huele a añeja una Justicia embebida de sí
misma.
El resurgir de la extrema derecha, escondida en segunda
fila durante unas décadas, ha llamado la atención de muchos jóvenes, que se
creen los discursos del “orden y la autoridad” que pregonan políticos y
generadores de opinión en RRSS. Algo que cala en las mentes simples, aquellas
para las que es más sencillo señalar y acercarse y mirar.
En 1967 Ron Jones realizó un experimento con sus alumnos
del instituto Cubberley High School, en Palo Alto (California). Para tratar de
explicarles por qué una sociedad, la alemana, había permitido el Holocausto
mirando para otro lado, siendo cómplices de semejante barbaridad. Para ello,
estableció una serie de normas, conductas, arbitrariedades totalitarias que sus
alumnos deberían de seguir para pertenecer al grupo. En tan sólo tres días,
aquellos que seguían las normas sin cuestionarlas empezaron a mirar a los disidentes
con desprecio. Hasta el punto de llegar a conductas agresivas contra ellos. El
cuarto día les dijo que alguien iría, como adalid de aquel sistema, a dar una
charla sobre autoridad. Cuando llegaron los alumnos había una televisión
emitiendo ruido blanco. Aquel experimento, La Tercera Ola, demostró como el
autoritarismo es abrazado, fundamentalmente por elementos en los que la
simpleza mental es evidente.
Algunos incluso se sorprendían cuando comprendían de qué
forma se habían comportado. Tal y cómo parece que sucedió en muchos lugares de
Alemania por aquel entonces. Hoy día es fácil encontrar un paralelismo con lo
que sucede en Israel. Y, a menor escala, en lugares como USA, en donde la
mayoría racial blanca (en determinados Estados) tiende a iniciar derivas
parecidas.
Cuando no cuestionas a la autoridad suceden dos cosas, a mí
entender, fundamentales: por un lado otorgas a quien la ejerce un poder
absoluto y, por ende, totalmente arbitrario. Por otro lado te conviertes en un “soldado”,
un hacedor de las arbitrariedades de quien detente el poder. Un cómplice.
El orden no es ajeno a la Democracia, más al contrario,
forma parte inherente de la misma. Ocurre que las leyes democráticas son una
suerte de acuerdo de mínimos sobre las que edificamos un modo de vida en
armonía. El consenso se asienta sobre los pilares del disenso, evita las
arbitrariedades, etc.
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