De la política y la conciencia de clase


 

Desde siempre me ha interesado la política, no desde un punto de vista de partido o partidista; sino como una manera de poder cambiar las cosas que suceden alrededor. Una herramienta que permite cambiar, para bien, la vida de las personas. Obviamente también empeorarla; pero uno siempre ha creído en ella como algo en positivo.

Respecto a los políticos diría que siempre he tenido clara cuál es el punto de partida correcto para dedicarse a ello. Desde luego no lo son las razones por las que, una buena mayoría de los ¨políticos¨ llegan a hacer carrera. Dado que una gran parte de ellos lo hacen por intereses espurios.

Max Weber decía al respecto: “Sólo quien está seguro de no quebrarse cuando el mundo se muestra demasiado estúpido o demasiado abyecto para lo que él le ofrece; sólo quien frente a todo es capaz de responder con un sin embargo; sólo una persona de esta forma construida tiene vocación para la política”

No puedo estar más de acuerdo con su pensamiento. Pero no soy un necio y por ello comprendo que resulte casi quimérico encontrar a alguien así. Por lo tanto tiendo a poner en valor a los que encuentro lo más cercanos posibles a la idea de Weber. Los hay, en casi todas las esferas de la política. La coherencia no es algo que abunde, y cuando se da, conviene acercarse.

El problema de los dogmas, tanto religiosos como morales o políticos radica en la inmovilidad de los mismos. Lo que provoca una distorsión evidente con la realidad que les rodea al paso del tiempo y las generaciones. Cuanto más permeable sea un pensamiento al cambio (incluso a la crítica) mejor será su desarrollo en el tiempo. Lamentablemente vivimos rodeados de un dogmatismo que acerca a los extremos a las personas.

Vivimos tiempos extraños, en los que los jóvenes se acercan (diría que incluso de manera casi temeraria) a postulados demasiado cercanos al fascismo. Una manera de hacer política que busca someter la voluntad del pueblo a un pensamiento único, en subordinar cualquier actividad a un modelo de sociedad fijado al totalitarismo como eje del poder. Resulta inquietante.

Resulta curioso como  a este tipo de pensamiento acaban llegando personas que, en apariencia nada parecen tener en común. Sin embargo, como señalaba Orwell: se trata de personas que tienen algo que perder, que añoran una sociedad jerarquizada que les aleje de otra en la que exista la posibilidad de vivir libres e iguales. No les gusta que se les mueva su status quo.

¿Por qué ocurre esto con la juventud? Creo que, existiendo seguramente muchas razones, hay tres motivos de peso para ello. El primero tiene que ver directamente con ellos, con esas generaciones que han crecido lejos de verdaderos problemas sociales, a los que el terrorismo (afortunadamente) les queda lejos, jóvenes que no entenderían un mundo sin red. El segundo tiene que ver con la educación y la comunicación. La educación les ha ido alejando de las humanidades, de la reflexión necesaria para llegar a un pensamiento crítico necesario para afrontar sus propios desafíos. Ante esto buscan acomodo en la información en redes. Y ahí es donde los medios de comunicación, más allá de su propio sesgo, se han visto arrasados por múltiples youtubers, influencers, y demás troupe. La mayoría de ellos con una frugalidad intelectual deslumbrante.

El tercer pie de todo ello es mucho más profundo. Aquellos que, en una sociedad jerarquizada, ocuparon lugares preminentes hubieron de adaptarse a los tiempos y se aferraron a los cargos más importantes en el tránsito del fascismo a la democracia. Sus vástagos (biológicos e ideológicos) no quieren perder sus lugares y medran ofreciendo a una parte de la sociedad (que le gusta someter o ser sometida) un modelo basado en el orden. Entendiendo por “orden” la jerarquización social. Nada alejada de la sociedad de castas que existen en algún país.

Tener conciencia de clase nunca ha sido más necesario que en este instante. Entender que la gran mayoría estamos del mismo lado, socialmente hablando. Comprender que una tarjeta para ir a un médico privado no te hace escalar en la sociedad, tan sólo te identifica como un vencido de un sistema que busca ovejas para su redil. En lo público puedes opinar, sobre lo público puedes actuar…

Rara vez los intereses del poder coinciden con los intereses de la mayoría. Y sólo a través de la política podemos cambiar las cosas. Y si dudas, acuérdate del Efecto Mariposa: “El aleteo de una mariposa puede sentirse al otro lado del mundo”, muchos pequeños empujones pueden hacer cambiar el rumbo de las cosas.

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