El triunfo de los necios
De un tiempo a esta parte la sociedad en la que vivo se ha convertido en un universo muy particular. Repleto de personajes como Ignatius J. Relly, protagonista de la Conjura de los Necios. Individuos que, víctimas de un capitalismo salvaje, se ven avocados a vivir una fantasía social permanente. Un materialismo desmedido en el que vales lo que tienes.
Hubo un tiempo el que para ser admirado por los demás, habías de haber desarrollado una brillante carrera profesional. No importaba tanto a qué de dedicabas como el hecho de ser relevante en ello. Hoy en día no es así. La inmediatez de las RR.SS logra verdaderos dislates; puedes ganarte la vida por hacer el imbécil y morirte de hambre desarrollando una vacuna que nos salve de la extinción.
El éxito de los “Influencers” radica en las pocas resistencias intelectuales que ofrecen los influenciados. Todo vale. Un personaje se pone a abrir latas de una conserva y al cabo de unos días se cuentan por miles los seguidores. Posiblemente porque en medio de las orejas de muchos de ellos tan sólo se escuche el ulular del viento.
Otros han llegado a parlamentarios mintiendo descaradamente en redes; con un discurso facilón que engancha a aquellos que encuentran dificultades para razonar. Y que son los modernos “abraza farolas” de toda la vida. Al cabo del tiempo se darán cuenta del engaño, pero ya será demasiado tarde y esa marca indeleble de: “imbécil”, no se va nunca de la frente.
Puede ser que todo este despropósito se deba a razones sociales; razones que casi todos podemos ver y que una gran mayoría soslaya para no verse afectados en su Statu Quo. Muchos de los jóvenes que siguen a esta gente no ven nada positivo en un horizonte de formación y estudio, y sí en abrir un lata de conserva o narrar en una red como defeca su can. Puede ser que los que hoy tenemos entre 40 y 60 años, hayamos permitido que nuestro sistema educativo se prostituyese de este modo. Hemos permitido erradicar el pensamiento crítico de la juventud con una educación laxa, vacía, carente de la formación suficiente como para poder elaborar un pensamiento propio al cabo de los años.
Si hoy preguntas a un grupo heterogéneo de personas que indiquen la principal diferencia entre las sociedades “libres” y las sociedades “dirigidas”; una gran mayoría señalaría a la libertad como eje del resto de su discurso. Sin embargo, si estableciésemos un diálogo entre lo que ellos creen que es la libertad y lo que realmente es, podría producirse un largo silencio, incluso cierto estupor.
Creemos que somos libres porque existen las RRSS, porque podemos viajar, tenemos un smarphone, etc. Y nunca hemos sido menos libres que ahora, en los últimos 40 años. Nos subyuga el sesgo informativo, nos atenaza la ausencia de debate social formado, etc. nunca hemos estado más dirigidos que ahora. Se nos indica qué ver y cómo. Se nos impide el acceso a información veraz (Gaza, Ucrania, RD Congo, etc) y nunca, como ahora, la credibilidad de 4 poder ha estado más en entredicho. El periodismo ha dejado de ser un asidero para convertirse en una cadena de la que tirar para hundir al que piensa diferente.
John Kennedy Toole en su novela mostraba el drama, envuelto en comedia, de una sociedad que desprecia al diferente. Que busca seres serviles; siervos modernos que firmen su aceptación de cookies de las páginas que visitan para “prestar” su información a empresas que les dirigirán encantados en su deambular por el “mundo civilizado”.
Y en estas estamos; en el triunfo efímero del necio de turno. Al que otros muchos seguirán pasando pantalla tras pantalla. El resultado es incierto ya que las sociedades alienadas acaban reventando alrededor de líderes, generalmente dictatoriales, que convencen a sus acólitos alrededor de ideas fantasiosas o, directamente, falsas.
No todo es malo, claro, hay gente que lee; que busca alternativas informativas al discurso oficial. Personas que luchan contra la demagogia a través del conocimiento y la evidencia. Ciertamente una lucha desigual en los tiempos que corren pero… uno alberga la esperanza de que el Efecto Mariposa sea posible, real y viable.
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