LOS HABITANTES DE LA SUPERFICIE


 

Que el mundo está en continuo cambio, no es algo que vaya a poner yo sobre la mesa de discusión a estas alturas; sin embargo no deja de asombrarme el retroceso que la sociedad occidental vive en sus fundamentos mismos.

En las redes sociales, tan de moda hoy día, uno asiste al paroxismo afectivo que tiene la vigencia temporal de un grano de maíz en el microondas. Todo se lleva al extremo. El razonamiento se ha convertido en algo secundario. Vapuleado una y otra vez por las modas absurdas, los clichés y la desinformación.


Pensar no está de moda, tal vez porque para hacerlo uno precise toparse de bruces consigo mismo. Vamos, en muchas ocasiones, como ovejas siguiendo a un rebaño tan grande; que no somos conscientes de caminar hacia el desolladero de los valores. Nos ha acostumbrado tanto a ponernos de perfil que somos capaces de transigir con todo. Y, cuando a alguno se le da por revolverse para sacar la cabeza fuera del lodazal, los demás le miran raro.


Hemos normalizado la deshumanización de sociedades próximas. Somos capaces de demonizar a unos basándonos en la falsa información que nos proporcionan...los nuestros. En realidad no somos más que marionetas en manos de titiriteros a los que nuestras vidas no les importan gran cosa. “Demasiados años de paz en Europa”, escuchaba el otro día en un medio de comunicación. Y habrá gente que se lo crea. Pero lo cierto es que, la “honorable Europa”, no lo es tanto. Tras la fachada de normalidad democrática se esconde el saqueo de África, la desestabilización interesada de Oriente Medio, etc. Claro que en los medios sale lo que sale. Y parece suficiente para los habitantes de la superficie. Una gran mayoría que parece no querer ahondar en las cosas que suceden a su alrededor.


No se puede discutir con quien cree pero sí con quien piensa. Pensar está realmente al alcance de cualquiera. Ejercer es otra cosa. A los habitantes de la superficie les resulta mucho más cómodo no hacerlo y seguir viviendo de manera superficial una falsa realidad. La Democracia en el mundo occidental se sostiene gracias a la explotación de otras sociedades; a las guerras que provocamos lejos de nuestras fronteras. Porque para vivir tal y como vivimos, necesitamos expoliar a los demás.


Si uno pide a los habitantes de la superficie, que dejen de asomarse al alféizar de sus ventanas para observar lo que les dicen y bajen a la calle a profundizar en la verdad; descubrirá que la gran mayoría prefieren quedarse tras las pantallas en las que viven una ilusoria realidad. Los pocos que deciden salir de su comodidad para averiguar la verdad descubren, no con mucha dificultad, como estamos viviendo del mismo modo que Truman Burbank en “El Show de Truman”. Una vida en la que las directrices las marcan esos directores invisibles tras pomposos nombres de Fondos de Inversión.


Mientras, los habitantes de la superficie, van de los: ¡oooh! A los ¡aaah! Al ritmo que cada secuencia tiene programada. En cierto modo para ellos la vida es como la de los adolescentes. Donde un problema es grandísimo el lunes y el miércoles un recuerdo efímero. En las cabezas de los habitantes de la superficie ocurre lo mismo: el genocidio en Gaza del lunes no es importante el miércoles si hay Champions. Y ahí siguen...como ovejas.


Los demás, los que buscamos algo más bajo la superficie, no siempre encontramos acomodo dentro del redil. Podemos estar un rato, por aquello de compartir, pero al salirnos del guion establecido ya nos damos cuenta de no encajar del todo. En todo caso prefiero permanecer en los sótanos consciente del mundo en el que vivo, a ser un habitante de la superficie.

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