Memento Mori


 Memento Mori


Sabemos que nos vamos a ir de esta vida con absoluta seguridad; tan sólo desconocemos el momento y el modo. Esta, que sin duda alguna, es una de las certezas que más preocupan a una gran parte de la población. No es la muerte más importante, aunque sí la definitiva. 

En el camino uno puede “vivir” varios decesos; no fatales, pero si definitorios de cómo será el resto de nuestras vidas. 

Nos vamos matando poco a poco, y a la vez trascendiendo, al quemar las etapas de nuestro desarrollo personal. A la niñez le llega su memento mori con la llegada, primero de la pubertad y después de la adolescencia. Dejando atrás los tiempos del cerebro esponja que todo lo aprende, para verse atrapado en una furibunda tormenta hormonal que barre con toda minina capacidad de razonamiento. Años en los que todo va de lo melodramático a lo insoportable.  

Cuando cruzamos ese umbral, hay personas que permanecen atrapadas en esta etapa el resto de su vida, nos adentramos en terrenos de arenas movedizas. Tiempo en el que la toma de decisiones va a implicar ulteriores responsabilidades; el camino a nuestro desempeño laboral, la creación de una familia, la búsqueda de un patrimonio… 

El camino que vayamos eligiendo irá dejando en el camino pequeños momentos de nuestra vida que vivirán, aun sin saberlo, su memento mori particular. 

En la madurez ese hecho cierto se observa como con los grandes carteles en las ciudades, que uno ve al pasar y sabe de su existencia; pero todavía no le presta atención. Creo que es en este tramo de nuestra existencia cuando más saboreamos el verdadero sabor de la vida. Prestamos atención a los matices, a esos intangibles qué consiguen erizar tu piel o tu alma. Y vamos arrumbando en una esquina lo que no suma, lo que lastra, lo que envilece. 

No he llegado todavía a la vejez, este es un tramo que está por ver si recorreremos o no. De hacerlo, algo que me gustaría, deseo que sea con lucidez y de la mano de quien se atreva a hacer el camino conmigo. 

Y llegará ese memento mori en el que vea  que hay más allá; o tal vez no vea nada porque sea eso, precisamente, lo que hay al final. 

Sea cuando sea que llegue, no quisiera llegar con ningún: “¿y sí…?”  Estamos en la vida para vivir, sentir, paladear. Y, si fuera preciso, pedir perdón mucho antes que permiso. 


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