LA MÚSICA, EL CERRAJERO DE LAS CONCIENCIAS
Es posible que la música sea inherente al ser humano. La musicalidad del viento, del crujir de unas ramas, incluso los sonidos emitidos por los diferentes animales...nos ha acompañado desde que comienzo.
Hace más de 35 mil años comenzamos a utilizar instrumentos con el fin de crear armonías con las que educar, poco a poco, nuestros oídos; y al paso sacar a la superficie de nuestra conciencia la sensibilidad. Y comenzamos a cantar, a poder transmitir con la música toda clase de cosas.
Normalmente se trataba de contar historias, heroicas o no, de la vida cotidiana. Una suerte de diario no escrito a través del cual enseñar a las futuras generaciones cómo era la vida.
Con el tiempo la música devino en entretenimiento, en una suerte de tecla a la que poder acudir de cuando en cuando para dejar las labores del campo, las penas causadas por las penurias (en los más pobres). Para las clases acomodadas la música ha sido una parte más de su ocio. Muchas veces exclusivo para ellos.
Sin embargo la música había tenido una difusión en corto hasta la aparición de las radiofrecuencias, fue entonces cuando comenzó a convertirse en un cerrajero para muchas conciencias. Conciencias que empezaban a despertar a un universo nuevo. Algo que, sin duda, alcanzó su cenit con el nacimiento de la canción protesta o social.
Posiblemente el blues, el soul, el rock and roll o el folk en sus primeros años en Estados Unidos trazaron las primeras líneas, describiendo el sufrimiento de las clases bajas en los diferentes Estados. Luego llegaría la canción protesta en América Latina y al resto del mundo.
La música siempre ha sido el mejor cerrajero para abrir la conciencias en las sociedades cerradas. O en aquellas que, viéndose oprimidas, no encontraban otro modo de buscar asideros mentales a los que aferrarse para poder ir derribando las barreras que la maldad humana es capaz de crear.
La música es el mejor transmisor de los valores culturales de una determinada sociedad. A través del Reege Bob Marley fue capaz de llegar a remover las conciencias de una sociedad enfrentada en una lucha fratricida. Su música, ha perdurado en el tiempo. Capaz de acercar a cualquiera valores que tendrán vigencia mientras el ser humano exista.
Qué sería de la sociedad norteamericana sin Joan Báez o Dylan enseñando a toda una nación la necesidad de desarrollar un pensamiento crítico frente a políticas que sólo buscaban el adormecimiento social. El país de los falsos derechos, del racismo más arcaico o del militarismo cardinal, descubrió a través de sus músicos que era posible cambiar las cosas. Que se podía cantar a favor de la igualdad.
La música ha sido el mejor cerrajero para abrir las conciencias asustadas bajo las terribles dictaduras del cono sur americano. Cantautores chilenos, argentinos, uruguayos, paraguayos, brasileños… se jugaron muchas veces la vida por su esfuerzo en llevar a los oídos de sus conciudadanos que era posible resistir, que se podía pelear por una vida mejor…
Aquí, en la Península Ibérica ningún portugués desconoce el valor de “Grándola, Vila Morena”, melodía abrazada en la Revolución de los Claveles, que terminaba con la dictadura de Salazar. No fueron tan osados nuestros militares, ni tampoco tan valiente nuestra sociedad; pero nadie olvida a Paco Ibáñez, a Raimón, Mikel Laboa, Fuxan os Ventos, o mi admirado Labordeta. Ellos, y otros, mostraban a través de la música que merecía la pena luchar por la libertad, por los derechos, por la cultura.
Ahora que los fascismos vuelven a la primera línea política (siempre han estado, escondidos en otras siglas) no deja de resultar curioso que algunos de ellos se pongan a cantar, por poner un ejemplo, “Canto a la libertad”, de Labordeta; uno piensa que no tienen ni idea de lo que significa esa canción. Pero la mayoría de los que conforman esta ideología tienen las luces justas para verse los pies.
Pero la música también es un vehículo fantástico con el que enseñar a las futuras generaciones los valores culturales que les son intrínsecos y que, muchas veces, desdeñan por falta de conocimiento. Escuchaba el otro día una entrevista fantástica a un reggeman bahiano, Gilsam, en la que hablaba de la capacidad que tiene la música para poder transmitir una cultura propia. Enseñar a los más jóvenes que pueden sentirse orgullosos de sus raíces. Que la música negra es tan universal como la ópera. Se trata de abrir conciencias para tener la capacidad de elegir.
Ponerse unos cascos, cerrar los ojos y dejarse llevar por una melodía o la letra de una canción, siempre tendrá un efecto embriagador. Las buenas letras, las que llevan implícitos valores que todos aceptamos como válidos, serán siempre excelentes herramientas para alimentar conciencias. Las malas letras, las que buscan la humillación o el sometimiento, buscan romper lazos; aislar, menoscabar…
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