LA COMPLICIDAD DE MIRAR PARA OTRO LADO. SORDOS Y CIEGOS
Mirar para otro lado siempre ha sido la principal
característica de los cómplices necesarios para la justificación de los más
viles actos. Aquellos que cometen tropelías sobre otros seres humanos precisan
de la pasividad de quienes, observando los hechos, deciden hacer como si nada
hubiese pasado. Pero en ese instante sucede de todo.
En estos tiempos de sobre desinformación resulta una
tarea relativamente complicada separar la paja del trigo. La cantidad de
noticias falsas que inundan las redes sociales busca que el lector u oyente no
contraste. Que se crea el torbellino de novedades que, sobre un determinado tema, emiten de manera constante en la búsqueda de
un determinado comportamiento social.
Los medios de comunicación se llenan de opinadores que,
lejos de ser expertos en la materia, suelen formar parte del ejército de
fabricadores de bulos que pagan determinadas empresas, fondos, países… Y la
mayoría de los ciudadanos otorga valor de verdad a las palabras que, de algún
modo, pronuncian esos soldados de la causa. Tal vez porque se aproximen a su
ideario.
La historia, casi siempre contada a partir de “la verdad”
de los vencedores, suele estar trufada de mentiras o medias verdades. Cuando se
gana el relato, los acólitos suelen seguirlo a pies juntillas y los que miran
para otro lado dan validez moral al mismo; aun cuando sea una patraña.
Hace muchos años que las potencias occidentales se
otorgaron a sí mismas la potestad de señalar a este o aquel como enemigo de la
democracia. A sancionar a un determinado país en función de los intereses de
occidente. Cuando, en realidad, suele ser occidente la causa de la mayoría de
los conflictos que se abren con mayor o menor frecuencia en el mundo. Casi
ninguna guerra tiene su origen en otra causa que no sea un interés pecuniario
por parte de algún país occidental.
Lo que está ocurriendo en Gaza no es una guerra, sino una
matanza. No se trata de una lucha contra el terrorismo (ese es el disfraz) sino
de una persecución sobre una determinada etnia a la qué, los otrora
perseguidos, quieren exterminar por considerarla inferior. La muerte de
inocentes día a día es terrible. La sociedad no debería de seguir impasible
ante tamaña barbaridad. La complicidad de mirar para otro lado nos convierte en
sordos y ciegos voluntarios; la peor de las crueldades.
Se normaliza el insulto, la persecución al diferente, el
relativismo social resulta sangrante. Una sociedad que mira para otro lado
frente a la censura de obras de teatro, libros, canciones, etc.; es una
sociedad enferma. El odio subyace bajo muchas opiniones. Se justifican
retrocesos en los avances que tanto han costado a las minorías, tal vez porque a muchos les resulta más fácil mirar
para otro lado mientras apalean o insultan a “un maricón”, que entender que la
diversidad nos hace mejores.
¿Por qué este comportamiento social? A mi entender, una
de las razones principales radica en la inseguridad que genera en muchos el
mero hecho de que se mueva su statu quo. A los machos Alfa les tiembla el suelo
cuando la mujer le demuestra que lo son menos. A los necios que se suben al
barco de occidente, sin mirar más allá de la sombra que ellos mismos proyectan,
les cuesta entender que ya no son la locomotora del mundo, sino un vagón más en
la cola de un tren que hace tiempo arrancó.
Todos entendemos que cuando los alemanes miraban para
otro lado mientras los nazis actuaban con vileza, se convirtieron en cómplices.
Y con ello en nazis también. Sabemos que los Occidentales que miraron para otro
lado, mientras los Hutu exterminaban a
los Tutsi en Ruanda, se convirtieron en parte del problema. Es fácil de
comprender que la inacción te lleva al lado oscuro de la historia.
Y alguno pensará que no puede hacer nada a título
individual para parar la barbarie, el insulto, la falacia… pero sí puede, claro
que puede. Para empezar denunciándolo, protestando contra ello cuando sea
posible. No seguir el discurso interesado y buscar la verdad. Pues existen
medios para ello. Tan sólo hay que cuestionarse las cosas. La teoría del caos y
el efecto mariposa nos ayudan a entenderlo. ¡Agitemos las alas!
Comentarios
Publicar un comentario