CAMINOS SIN RETORNO (El arte de no pensar)
Todo parece
ir tan deprisa a nuestro alrededor que resulta más cómodo pasar de pantalla que
detenerse a reflexionar. El arte de no pensar se ha convertido en el camino sin
retorno, al que una gran mayoría de las
personas sale a caminar cada día. Quien detenta el poder y, por ende, maneja
los medios de difusión (llamarles de comunicación ya les viene grande) hace
todo lo posible por bombardear con cientos de noticias estúpidas nuestro día a
día. El fin es obvio, soslayar en lo posible las verdaderas noticias.
Las
redes sociales funcionan como un collar que nos han colocado a todos. Unas veces
nos aprieta más y otras menos. Dependiendo del tema que quieran poner en boga
en un determinado momento. Buscan, esencialmente, dos cosas: por un lado
obtener de todos nosotros los datos suficientes como para mantenernos dentro de
sus “cárceles comerciales” y, por otro lado, tratan de dominar el discurso
social. Controlar el cómo, el por qué, el cuándo, el dónde…
La reflexión
ha sido, tradicionalmente, la mejor medicina contra la estupidez. Detener esta
noria en la que todos giramos y pararse a pensar sobre lo que acontece, no sólo
evita el riesgo de mareo continuo, sino que ayuda a poder adoptar una postura
razonada y coherente sobre lo que ocurre alrededor nuestra.
Pero pensar
tiene un coste. Que no todo el mundo quiere pagar. Puede que el razonamiento
obtenido implique ir contra corriente, enfrentarse a la horda de cabezas huecas
que llenan nuestras vidas de opiniones interpuestas o de palabras vacías. Cuando
uno cuestiona lo que escucha, lo que ve, lo que le dicen; tiene que asumir el
precio. A muchos no les compensa y prefieren dejarse llevar por la corriente.
Muchos han
normalizado que el asesinato de niños a manos de soldados profesionales (en
Gaza, Ucrania, Siria, etc.) esté justificado por los más oscuros intereses. Se ha
normalizado la corrupción política como parte inherente de nuestra sociedad. Se
escucha a jueces que están fuera de la Ley reclamando que otros la cumplan… es
de locos. Cuando todo esto se confronta con la razón y la verdad ocurre lo de
siempre: o bombardean nuestros días con “otras noticias” de manera machacona
para distraer la atención; o surgen miles de opiniones pueriles, vacías de
argumentos y que sólo buscan un cacareo momentáneo.
Todos sabemos, desde pequeños, lo que está bien y lo que está mal. Por eso, en estos tiempos de falsas verdades y burdas mentiras, se empiezan a ver las costuras de esas personas que llevan inveterados en su mente, los rasgos de la maldad. Quien justifica el asesinato indiscriminado de niños no defiende una ideología, no. Muestra su interior como ser humano, oscuro, sucio, dañino. Mirar para otro lado nos convierte en cómplices necesarios para justificar todo lo que acontece. Y no se trata de ir contra todo o contra todos; sino de no ser un pez más en la corriente. Decía Blaise Pascal “Si no actúas como piensas, vas a terminar pensando como actúas”.
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