Los peligros de la equidistancia
En estos tiempos convulsos de continuos exabruptos públicos
y conflictos armados próximos son muchos los que buscan la equidistancia como
plataforma de seguridad; tal vez para no meterse en charcos de los que no
sabrían salir. Ocurre, sin embargo, que la equidistancia, como el centro
político, es una entelequia; simplemente no existe. Uno no puede estar en los
dos lados de la tostada a la vez y ésta siempre cae para uno de los lados.
Hasta no hace mucho tiempo cuando había una guerra o
conflicto, cuando tenía dudas sobre el lado del que posicionarse, el consenso
lógico decía que uno debía de situarse del lado de los que reciben ayuda
humanitaria. Dado que son la posición débil reconocida por la comunidad
internacional. Parece a que a algunos les cuesta entender estas cosas y se
sitúan del otro lado.
Los conflictos armados siempre han sido el teatro de
operaciones de las grandes corporaciones que mueven a sus peones políticos para
destruir tanto como sea posible y gana dinero a espuertas durante el conflicto
y, sobre todo, después con la reconstrucción. En el camino los muertos serán,
mayoritariamente, los hijos de los pobres, los necesitados, los asfixiados…
A veces las víctimas del pasado se convierten en los
tiranos del presente. Unas veces por la mera satisfacción de una venganza otras
porque han interiorizado el maltrato recibido hasta poder elaborar maneras
nuevas de ejercerlo sobre otros.
Entre abril y mayo de 1943 los judíos se levantaron en
armas contra el ejército Nazi en el
gueto de Varsovia. No podían hacer otra cosa ante su realidad de miseria,
hambre, etc. Y la perspectiva de una deportación forzosa a los campos de
concentración y exterminio. No hay equidistancia en casi nadie cuando echa la
vista atrás a la historia y valora este momento histórico en el existir del
pueblo judío.
Desde 1948 el pueblo palestino se ha visto minusvalorado
por el constante cercenar de derechos y libertades por parte del Estado de
Israel. Todo ello más agravado desde el estallido de la primera intifada en
1987. Desde entonces más de 2 millones de desplazados, más de diez mil muertos,
un pueblo sin perspectiva y esperanza. Un lugar del que sólo se puede salir con
una rebelión contra el opresor. Y, sin embargo, en muchos hoy surge la
equidistancia al valorar las cosas.
La solución a este tipo de conflictos no es fácil. Nunca lo
será cuando la cuestión religiosa se sitúa en el eje sobre el que todo gira. La
fe, utilizada como arma arrojadiza, siempre será una pesada losa sobre la vida
de miles de inocentes. Pero es seguro que cuando a un pueblo oprimido se le dan
salidas, se le dan oportunidades y se les da la posibilidad de realizarse;
termina por alejarse de la necesidad de enfrentarse con las armas y buscará a
acercarse por el camino de las ideas.
En este conflicto, y en mi humilde opinión, no hay
equidistancia posible. Existe un pueblo oprimido y otro que oprime. El resto
sólo es literatura.
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