OBSERVAR
Todos tenemos la capacidad de sentarnos un ratito y
observar lo que acontece a nuestro alrededor. Una gran mayoría se dará por
satisfecho con mirar. Mirar requiere un esfuerzo menor y, tal vez por ello, sea
la opción mayoritariamente elegida. Observar requiere un esfuerzo mayor y se
hace, cuando se decide hacer, con un mayor interés.
Si uno observa con detenimiento a las personas que a uno le rodean se dará
cuenta de algo muy interesante: lo que la gente dice, lo que hace y lo que dice
que hace es algo completamente diferente. Ser consecuente con nuestros propios
pensamientos no es nada habitual, aunque pueda parecer lo contrario.
Observando el comportamiento social de grandes grupos de
población, uno entiende por qué resulta tan fácil inocular un determinado
pensamiento; que viaja raudo entre ese grupo hasta ser capaz de cambiar los hábitos
del colectivo. Quizás las razones se encuentren
en el profundo tribalismo que se da en esos grupos.
Los atavismos, los razonamientos grupales que se dan en entornos
tribales suelen ser enemigos de los cambios, de los avances… La mayoría de las
personas que forman parte de una tribu son dogmáticos y creyentes. Apenas atienden
a otras razones que no sean las suyas. Tal vez porque abrirse a pensamientos
externos supone confrontar los propios desde una óptica distinta. La que te da
la distancia necesaria para observar.
De vez en cuando trato de observarme a mí mismo. No me
resulta fácil abstraerme de mi propia manera de pensar. Así que acudo a los
hechos realizados, a las vivencias (con aciertos y errores) tratando de prestar
atención a los detalles que antes pasaron desapercibidos. Y no para aprender de
ello. Sino para poder cuestionarme los anteriores razonamientos que me llevaron
a comportarme de una determinada manera. No siempre soy capaz.
La capacidad de aprender es infinitamente mayor que la de
enseñar. Prestando atención uno puede aprender muchas cosas. Enseñar a otros no
está al alcance de muchos. Incluso aunque detenten el nombre de “profesor”. Enseñar
no es adoctrinar. Sino mostrar el modo en cómo otro puede llegar a aprender. El
ego es un gran enemigo de la enseñanza.
Si prestas atención al observar puedes caer en la cuenta
de que, una sociedad es más rica en la medida en que lo sean sus contrastes. La
uniformidad es enemiga del pensamiento. Las diferencias nos hacen más ricos,
socialmente hablando. A más capacidad de aceptarlas como algo natural, más
riqueza de contenido social encontraremos. Al contrario, cuanto más te emperres
en señalar la diferencia, peor sociedad crearás.
Margaret Mead (Antropóloga) decía: “La antropología exige
la libertad con la que uno debe mirar y escuchar, registro en el asombro y
maravilla que uno no habría sido capaz de adivinar”. No se me ocurre una manera
mejor de observar, hacerlo para aprender y dejando la puerta abierta para
sorprenderse con aquello a lo que, de manera tribal, dejamos fuera por encono o
temor.
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