VERDAD & MENTIRA
Pocos conceptos habrá en nuestras vidas tan patentes y
latentes como los de verdad y mentira. Nada hay más controvertido que las
verdades de unos en confrontación con las realidades de otros y sus propias
verdades. Y las mentiras siempre han formado parte de las relaciones humanas. No
se trata de quién puede mentir o no, pues todos mentimos en algún instante de
nuestra vida. Lo importante siempre será la relación entre esa mentira y la
realidad. Basta un ejemplo para ello: Imaginemos que nuestro vecino del primero
está tomando café en nuestro salón, departiendo. Suena el timbre y, en la
puerta, el vecino del segundo con una escopeta en la mano grita que quiere
matar al del primero y nos pregunta: “¿Está aquí el del primero? Las respuestas
sólo pueden ser dos: Si o No. La verdad nos puede hacer cómplices de un hecho
delictivo y la mentira puede salvar una
vida. A la vez, salvar esa vida puede poner la nuestra en peligro ante la
amenaza de nuestro vecino del segundo. Entonces… ¿decimos la verdad o mentimos?
Esta simple dicotomía nos situaría en una posición
compleja para nosotros mismos y a ojos de terceros. Porque la verdad siempre
será relativa, salvo suceso empírico no refutado. Y lo será porque nuestra
verdad obedece a nuestra experiencia con ella frente a la experiencia de los
mismos hechos en otras personas. Con la mentira sucede exactamente lo mismo. Aunque
en la mentira existen diferentes niveles en función de lo que pueda provocar o
causar.
Una mentira utilizada para perjudicar a un tercero de
manera notoria siempre será reprobable en cualquier canon moral. Las falacias
son otra manera de mentir que no busca tanto el daño a un tercero como el
cambiar un discurso establecido por otro falso vestido de verdad. Muchas veces
se recurre a mentiras para evitar un mal mayor, como en el caso del vecino
amenazado.
Las verdades pueden ser diferentes, y por ello la manera
de entenderlas también lo será. Nadie el objetivo en la vida; la subjetividad
determina nuestra percepción de las cosas y modifica el modo en cómo
describimos nuestras verdades. Una verdad subjetiva sería: “mi mujer es la más
guapa de las hermanas”. Nuestras propias
creencias personales también van a determinar el acercamiento que hagamos a la “verdad”.
Un creyente creerá en Dios como algo tan real como intangible. ¿Podríamos en
duda que dice la verdad? Creo que tendríamos que aceptar que su verdad es tan
cierta como nuestro escepticismo.
Una verdad objetiva podría ser decir que una vacuna
previene la gripe en la mayoría de los casos. Algo que también caería por su
propio peso en cuanto la cepa de la enfermedad mutase. Una verdad podría ser absoluta cuando
hablamos de vida y muerte, pues la única certeza que tenemos es la muerte. Y una
verdad será relativa en tanto en cuanto el desarrollo humano, propio y de su
pensamiento, es constante.
Los griegos sostenían que todos los ciudadanos eran mentirosos,
pero no decían que trataran de engañar, sino que creían que lo falso era
verdad. Algo que ocurre cuando las creencias personales se vetean de
pensamientos políticos, sociales, filosóficos…
Una pareja que se aleja por un hecho que se produce entre
ellos siempre, o casi, tendrá dos versiones de lo ocurrido. Dos acercamientos a
la verdad que no serán parejos. ¿Quién tiene la razón de los dos? Si alguien te
dice que te quiere pero sus actos o hechos no parecen refrendar ese
sentimiento, ¿está mintiendo? O acaso hablamos de otras cosas. ¿Cómo se mide el
amor que alguien tiene sobre otro? ¿Cuál es el aparato que lo mide?
Si alguien dice una mentira para salir airoso de una
situación en la que no está seguro, no está a gusto, está amenazado o,
simplemente no sabe cómo salir de otra manera… es menos de fiar que aquel que
aquel que presume de decir siempre la verdad. No lo tengo tan claro.
La verdad no es
una única verdad, sino que depende de las diferentes perspectivas o puntos de vista. La mentira será más o
menos importante en función de esos mismos puntos de vista. Salvo, claro está,
que el fin de la mentira sea causar un daño a sabiendas.
Diferente sería, y para otra queda, cuál sería la
relación entre nuestra vida, nuestras experiencias, nuestros actos y la verdad
que uno cree y la que creen los demás. Se me antoja una concordancia: la
subjetividad.
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