LAS LEYES DE LO IMPREDECIBLE


 

La Física, esa ciencia tan concienzuda en la que todo parecía obedecer a unos determinados patrones, vivió su particular metamorfosis con la aparición de las leyes de lo impredecible. La teoría de la relatividad, el efecto mariposa, la teoría del caos… hicieron saltar por los aires lo que, hasta entonces, había sido el ABC de la ciencia.


Las emociones, sin embargo, siempre han vivido al albur de lo impredecible. De esos intangibles que son capaces de cambiarlo todo para que nada cambie. O de hacer descarrilar el tren de las emociones en el interior de seres marcadamente recios y de carácter indomable.


Uno no elige de quién se enamora, a quien quiere, a quien odia o teme...suele ser algo sobrevenido, capaz de mover el suelo bajo nuestros pies. Y nadie es ajeno a sus poderes. Se trata de algo transversal que afecta por igual a las personas con independencia de su lugar de procedencia, su clase social, su formación...cuando el amor te atrapa te conviertes en uno de esos cables pelados de las películas que saltan de uno a otro lado sin control alguno.


Con el odio ocurre algo similar, con más matices, pero nunca lineal y siempre en función de muchas variables. Unas ajenas a los protagonistas, otras claramente definidas. Creo que no se puede odiar a nadie que no hubieses amado antes. Puedes detestar a alguien, creer que puede ser deleznable; incluso en un ejercicio de alienación colectiva puedes creer que odias a alguien...mas el odio es tan poderoso como el amor. Nace de las mismas profundidades. Incluso cuando odiamos a alguien que ha hecho daño a un ser querido, le odiamos porque a ese ser querido lo amamos.

Estos dos antagonistas, el amor y el odio, han movido al mundo desde que el ser humano tuvo consciencia de sí mismo; de su capacidad para ser egoísta a la vez que sentía la necesidad de amar.


Hay personas que intentan que sus relaciones personales (afectivas o de amistad) se mantengan dentro de los estándares que para ellos ha creado la sociedad en la que, eventualmente, vivan. Intentan sostener la ortodoxia marcada como si de un contrato social más fuese todo. Cuando formalizan una relación: de hecho, matrimonio, etc; creen que con ello se avienen a mantenerse dentro de lo que otros han descrito como ese famoso: “como debe de ser”.

Normalmente quien se dedica a hacer proselitismo sobre ello suelen mirar a los sentimientos como a una lavadora. Donde uno puede programar la velocidad a la que gira el tambor con independencia del peso de la ropa. No reparar en que nuestros corazones van a velocidades diferentes por muy estable que parezca cualquier relación.


Lo impredecible, el libre albedrío, la creatividad, los sueños… son elementos indispensables para las emociones. La vida se parece a los dientes de una sierra; como las olas del mar. Todas parecen iguales y ninguna lo es. Si dos amantes se tumban mirando a las nubes, describirán imágenes diferentes entre si. Ambos sabrán que están observando las nubes, pero no son iguales. Su amor es exactamente igual. Ni mejor, ni peor. La vida va de ser capaces de entender que no podemos ver las nubes de la misma manera.



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