BARROTES EN LA MIRADA
La mirada posiblemente sea la mejor
forma de comunicación. Sin duda con ella podemos expresar todas nuestras
emociones y sentimientos; tanto positivos como negativos. Es por esa razón por
la que siempre he creído que mirar a los ojos resulta imprescindible en una
conversación, sobre todo cuando continúa en silencio.
Me gustan las personas que ven la vida
con ojos distintos de los demás. Que ven las cosas de otro modo. Porque eso
indica que su manera de afrontar la vida no será regular, anodina… Sino que se
abre a ver la vida de otro modo, con una perspectiva distinta. Más interesante.
Incluso cuando el discurso personal no
acompaña suficientemente en un cara a cara, la mirada dará continuidad. Mostrará
los por qué y los cómo. Claro que no todo el mundo tiene la capacidad de
sostener la mirada del otro. Bien por modestia, pudor, temor… pero incluso en
las miradas más furtivas se encuentran las respuestas de los silencios.
Pero hay personas, desgraciadamente más
de las que uno quisiera ver, que viven con barrotes en la mirada. Barrotes morales,
sociales, laborales, personales, capaces de impedir ver el brillo de los ojos. Son
personas que han perdido la alegría de vivir, de sentir y dejarse llevar. De atreverse.
¿Se pueden cortar esos barrotes? Siempre.
Pero requiere una condición primordial: querer hacerlo. Las ganas de vivir en
una persona con barrotes en la mirada deberían de ser como el deseo de fuga de
los presos de Papillón. Que desde el primer día pone a funcionar su cabeza para
generar esperanza en medio de la turbación.
La esperanza, el deseo, el amor… se
convierten en efectivas limas dispuestas a ir troceando los barrotes que nos
privan de la libertad. El dolor de la ruptura, de la pérdida; la angustia o
temor por lo que vendrá…son el cemento que los incrusta en nuestra cabeza. Y no
es fácil limar con la diestra mientras la siniestra se empeña en soldar.
Se me ocurre un ejercicio fabuloso para
alcanzar a ver más allá de esa cárcel creada, disociar. Ser capaces de hacer introspección
y separar la paja del trigo. Pues sólo viendo los montones por separado
podremos valorar en su justa medida la respuesta que podemos ofrecer a fin de
tener una mirada libre y vivir.
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