SENDAS NUEVAS
En el camino de las emociones, siempre azaroso, no
siempre he elegido bien los derroteros de mi vida. Resulta obvio que a mis
cuarenta y diez la mochila que he ido llenando y vaciado varias veces pesa ya
demasiado. Y ahora, ya un poco ajado por el paso del tiempo, ha llegado el
momento de dejar a un lado la vieja mochila y doblar la esquina.
Dicen que es necesario hacer una
renovación vital al llegar a la media vida. No soy tan optimista como para
pensar en noventa y diez, pero sí deseo cambiar todos los “cómo” por un fantástico
“porque”.
Tiempo para compartir no sólo lo que
hasta he disfrutado sólo sino para aprender a disfrutar de las cosas que,
compartidas, saben mejor. Momentos para mirar a los ojos; para sentir las
caricias; para descubrir la verdad que aflora tras los muros de las soledad
autoimpuesta.
Sucede que hay olas que te revuelcan
por las emociones sin que encuentres más asideros que ser consciente de tus
propios sentimientos. Una paradoja, sin duda, cuando has sido dueño de ellos
casi siempre. Cuando te has pasado años parapetado tras un muro o una pared, casi
nunca expuesto del todo. Y ahora…
Una sonrisa que inunda de luz el
espacio en el que te encuentras; una mirada que
embriaga las mariposas que vivían en un perenne letargo; alquimia
disfrazada en besos, abrazos, instantes…
Y, como dice Marwan:
“Y ahora debo dejar de
ser experto en labios imposibles
Para que mi boca y tu piel se hagan un cuerpo
indivisible
Ya te estoy imaginando haciéndome el amor en la
cocina
Haciendo llevadera la rutina, volviendo a redactar
el porvenir”
Una nueva senda se abre, vamos a por
ella, tralará.
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