LA AVENTURA DE LEER


 

La mayoría de las personas tienen la capacidad de leer, de pronunciar de manera correcta una correlación de letras escritas con algún significado. Otra cosa muy diferente es que todas las personas tengan la capacidad de entender lo que leen de acuerdo a las reglas gramaticales y de puntuación que estén presentes en un determinado texto.


La mente humana tiende a resultar traicionera cuando lee algo afín; interpreta lo que está escrito de acuerdo a ideas premeditadas sobre el texto, el escritor o la propia vida del que lee. Y no siempre lo que cree leer es igual a lo escrito. Razón por la que muchas veces, releyendo caemos en la cuenta de nuestro error. Una coma, un punto, cualquier signo puede variar el significado.


Vamos a suponer que la persona que se acerca a un texto escrito por otro (sea este escritor o no) y se pone a juzgar lo escrito desde la perspectiva de la primera persona. Dándose por aludido. El resultado resulta descorazonador. Los textos, cuando no son personales y dirigidos a uno, guardan para sí la impronta de quien escribe. Obedecen a la creatividad personal y no al inconsciente del lector.


Uno puede sentirse identificado con una novela amor o suspense (según las vivencias de cada cual), mas no puede exigir cuentas al novelista porque el resultado de lo leído no encaje en el universo existencial del lector.


Leer, en mi opinión, tiene mucho de evasión. De adquisición de conocimientos. De sumergirse en una historia que permita abstraerse del mundo real por unos instantes. Implica participar de la obra del autor como un espectador privilegiado y, dependiendo de la capacidad de inmersión, formar parte de la historia leída; teniendo en cuenta, eso sí, que al cerrar el libro la realidad estará presente de manera consciente (nunca deja de estar).


Cada autor tiene su manera de contar las cosas; de dar su versión de los hechos. Pero leer la obra no es conocer a quien escribe. En ningún caso. Tal vez, e hilando fino, se pueden atisbar rasgos de la personalidad. Pero para opinar de manera personal, siempre hay que hacerlo desde el conocimiento real y no desde la interpretación.


Cuando uno suelta un exabrupto porque se ha equivocado, enfadado, lastimado...no implica que sea así. Del mismo modo que cuando decimos algo amable a alguien no implica que lo seamos de modo general con todo el mundo. Fernán Gómez hablaba de su habilidad de cultivar la mala prensa respecto a su mal humor, como mera protección frente a la incomodidad ante el acercamiento de la gente por su fama. ¿Significaba eso que era huraño y mal encarado con sus allegados? Posiblemente no, pero muchos fueron los que le juzgaron sin conocerle.



Así que al maravilloso mundo de la lectura uno debe de acercarse con la mente abierta y la mirada larga. Sólo así podrá disfrutarse lo leído. Y si no gusta...a otra cosa, pero sin extender el desencanto de lo leído al ámbito personal. Un perro que ladra casi nunca suele morder si uno tiene verdaderas ganas de acariciarle y tratarle con respeto.


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