GOTELÉ EN LA CABEZA


 

De un tiempo a esta parte leo, escucho o veo a personas en diferentes momentos, medios o procesos; y no me deja de sorprender la capacidad que tienen muchos de ellos para elaborar un discurso…difuso.

Si uno se acerca a los medios tradicionales descubre, no sin un punto de rubor, la, cada vez más frecuente, falsedad en las noticias dadas o en los datos exhibidos. Entendiendo que uno puede emitir un juicio de parte soslayando aquellas noticias que pueden ser perjudiciales para sus intereses, lo que no cabe es la falsedad o, directamente la invención. Porque entonces ya no pierdes la credibilidad, sino que te alejas del derecho a debatir en igualdad de condiciones.

En la vida social de los particulares se produce, de igual modo, un torrente tras otro de conversaciones vacías acerca de las presuntas conversaciones de éste o aquel. Se extrapolan conversaciones del Este al Oeste sin la más mínima vergüenza, como si fuese igual dónde nace el sol a dónde se pone.

Y me pregunto algunas veces cuáles son los motivos que llevan a las personas a estos disparates. Y se me ocurren un montón de ellas. Por un lado están los que llevan una vida anodina y que encuentran tras el visillo un modo de sentirse vivos; tal vez porque se crean reporteros de sociedad.

Por otro lado están los que teniendo una vida interesante (incluso divertida), pero que no saben disfrutar de ella sin que  sea pública; sin el ojo censor de quien califica detrás de una pantalla, cómo es su vida en realidad.

Están los que directamente no encajan. Y sabiéndolo se empeñan en meterse en todos los lugares en los que nunca fueron llamados. Y opinan, se muestran, alardean…sacan los codos para hacerse notar. ¡Vaya si lo hacen!

Los creyentes son los más peligrosos. No me refiero a nada espiritual, sino a los que creen en una causa a pies juntillas por estúpida que sea: una dieta, una corriente ideológica, una realidad inventada… esta gente es verdaderamente peligrosa para la sociedad. Casi nunca utilizan el pensamiento crítico; a veces ni el pensamiento.

Seguro que hay más, se quedarán en el camino o acabarán formando otros grupos que abracen cualquier libelo creado en mentes llenas de esquirlas.  Y todos con un denominador común: el gotelé en las paredes de sus cerebros. Esa curiosa forma que descubrieron los constructores para disimular las imperfecciones de las paredes de sus edificios. Así funciona esta gente, tratando de disimular lo que falla en sus cabezas.

El gotelé, con el paso del tiempo y un poco de finura en la vista, termina por cansar, aburrir y hasta producir rechazo. Y uno aprende que, en la imperfección de un tabique, se encuentra una verdad que suele ser más agradable que una ilusoria realidad.

Comentarios

Entradas populares