LOS DERECHOS NO OBLIGAN

 

Resulta curioso cómo, en pleno siglo XXI, se está produciendo una avalancha de protestas en contra de los Derechos que se van aprobando en los diferentes parlamentos.

Un derecho no obliga a nadie, tan sólo te da la libertad de poder elegirlo si lo consideras oportuno. Cuando alguien protesta contra un derecho que no coarta ninguna de sus libertades, habla mucho de cómo es esa persona; de su interior y las profundidades de su conciencia.

La estupidez inunda los platós de televisión y los set de radiodifusión; se rasgan las vestiduras muchos “expertos” para protestar contra este u otro derecho… ¡protestar contra un derecho!!!

Cualquier individuo puede tener conocimientos, eso está al alcance de todos, no importa cuales sean estos. Lo que parece no darse es la capacidad de pensar con un mínimo de coherencia.

Estar en desacuerdo con la opinión de alguien es una cosa; estar en desacuerdo con el derecho a opinar de esa misma persona, es algo bien distinto. Lo primero obedece a la natural disenso que se puede dar entre dos iguales. Lo segundo tan sólo se da en las mentes de quienes consideran su palabra como la única válida. Peligrosos sin duda para la libertad.

Casi todos los que abrazan las protestas contra las ideologías, contra la vida íntima de las personas, las formas de matrimonio, etc. Ignoran, como poco, los derechos que garantiza la CE en sus diferentes artículos del Título I de la CE (Art.16.1, 18.1, 32.2…).

Imaginemos, por un momento, que no dejasen a los heterosexuales serlo de manera libre; que tuviesen que plegarse a moralinas ancladas en razonamientos oscuros… se montaría la mundial. ¿Por qué razón, entonces, se protesta cuando se otorgan los mismos derechos a los que se sienten de otro modo?

Las tertulias, de medios y de bares, están llenas de personas ignorantes y charlatanas. Personas que sueltan los primero que se les pasa por la cabeza (los menos peligrosos) o recitan guiones preestablecidos en los que se ataca al diferente (los que arengan a los primeros y, por tanto, muy peligrosos). Todos ellos pecan de lo mismo: la intolerancia. Germen verdadero del odio y de cualquier otra forma de agresión.

Decía Orson Welles: “Muchas personas son demasiado educadas para hablar con la boca llena pero no les importa hacerlo con la cabeza hueca”. No se equivocaba.

No me gustan las personas que se oponen a los derechos, o que los aprueban si se condicionan a su manera de ver la vida. Y no me gustan no porque opinen diferente a mí; sino porque no son capaces de aceptar que otros puedan pensar distinto.

La protección de las minorías, sean estas cuales sean, sólo se pueden dar si el Legislador hace su trabajo y otorga Derechos. Y, aun así, casi nunca es suficiente. Tan sólo tenemos que ver, en nuestro país, cuántos de los Derechos reconocidos en nuestra Constitución todavía hoy son quimeras. Pero nadie duda de ellos.

Para concluir, no estaría de más que todos los que no son capaces de entender que los Derechos no son una obligación, entendiesen que sí tienen la obligación de respetarlos.

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