CLARO QUE SÓLO EL SÍ ES SÍ
En estos días en los que
se acumulan portadas en los medios sobre las lagunas que la Ley Orgánica 10/2022, de 6 de septiembre, de garantía integral de la
libertad sexual. (Denominada del Sólo el sí es sí), convendría reflexionar
sobre el camino que nos ha traído hasta aquí. La lucha de muchas y algunos por
defender los derechos de las mujeres. Desde los más elementales. Y cuestionarse cuáles son las verdaderas razones que llevan
a este debate social que debería ser consenso.
Sostenía Hipatia de Alejandría
que: “Defiende tu derecho a pensar, porque incluso pensar de manera errónea es mejor que no
pensar”. Frase que hoy puede parecer una boutade cuando algunos se cuestionan
desde ciertos atriles los razonamientos feministas más elementales.
Leía, estos días, que un 20% de
la población española creía que obligar a su pareja a tener sexo no debería de
ser castigado por la Ley… y me quedé atónito. Cómo puede pensar alguien de ese
modo. Obligar anula la posibilidad de elegir para el obligado. Niega uno de los
derechos fundamentales del ser humano, su derecho a decidir sobre su propio
cuerpo. Inaudito. Pero incluso yendo un poco más allá, me pregunto cómo puede
ser el cerebro de una persona que logra disfrutar del sexo sabiendo que está
obligando a la otra persona en contra de su parecer. Sin duda hablamos de personas
peligrosas.
Todos recordamos, cuando éramos
niños, a aquellos padres, abuelos etc., que nos obligaban a comer aun cuando no
teníamos ya hambre, so pena de reventar. A ninguno se nos ocurriría aceptar tal
presión una vez llegados a la edad adulta. Entonces, cómo carajo alguien puede
pensar que someter la voluntad sexual de otra persona puede no ser perseguible
y condenable. ¿Qué hay en esas cabezas? Posiblemente una moderna forma de
vileza moral.
La Historia reciente de la
Humanidad no es más que un relato de la salvaje discriminación de la mujer por
el mero hecho de serlo. Siempre han tenido que luchar contra gigantes para
poder optar a “derechos” que eran otorgados a los varones por el simple hecho
de haber nacido. Recuerdo a Flora
Tristán, cuando afirmaba allá por los años 40 del S XIX: “Todas las desgracias
del mundo provienen del olvido y el desprecio que hasta hoy se ha hecho de los
derechos naturales e imprescindibles de ser mujer” Casi doscientos años después,
la lucha continúa.
La moral religiosa, sea católica,
cristiana, chií, judía…, ha sido la culpable última de todas las situaciones
dadas y punto de partida de numerosos razonamientos de los muchos personajes
contrarios a cualquier derecho que pueda otorgar cierta igualdad a la mujer.
La alienación suele ser peligrosa
para todos; aleja al sentido común de la razón. Fomenta la desafección y el tribalismo.
Del tribalismo siempre se descuelga la comunicación. Sin comunicación no es
posible llegar a entendimientos. Y ese
es el lugar en el que los mediocres suelen encontrar acomodo y palmeros para su
doctrina.
Ningún varón se plantearía que
otro/a le forzase en contra de su voluntad sin defenderse física y
jurídicamente. Ninguno soportaría que un juez le preguntase si llevaba
calzoncillos o si le pusieron vaselina o aceite. Por qué, entonces, ponemos
palos en las ruedas de la igualdad. A qué tienen miedo aquellos que no
entienden un no. Puede ser, sólo es una conjetura, que no estén acostumbrados a
que nadie les lleve la contraria.
Recuerdo, de joven, que alguno
con más experiencia nos decía: “Cuando una mujer dice que no, insiste, que la
verdad es que quiere”…. Supongo que aquellos barros ya venían de antiguo; y
estos lodos, los de hoy, no son más que rémoras de un pasado en el que la mujer
tenía que callarse y acatar.
No creo que exista nada más
agradable que mantener relaciones con personas a las que deseas y que disfrutan
contigo. Todo lo que sea forzar lleva implícito dolor; y el dolor es, sin duda,
en mayor antagonista del placer.
La Ley, por tanto, no es más que
un asidero al que las mujeres (grandes perdedoras en estos lances) puedan
asirse y sentirse un poco más seguras. ¿Tiene fallas o lagunas? Claro, como
todas las Leyes Orgánicas que se han aprobado en este país en los últimos 43
años. Y esta también precisa retoques. Pero no modificar ni tumbar su esencia. Hacerlo
sería un acto vil.
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