¿QUÉ DIABLOS ES ESPAÑA?
Esta es
una pregunta que hace Iñaki Gabilondo en un documental a algunos de los
próceres de este país. Dar una sola respuesta a tamaña pregunta se antoja
complicada. Así pues trataré de dar mi versión de los hechos. Mi manera de ver
las cosas sobre este particular.
Más allá
de los límites geográficos y de las banderas que unos y otros se afanan en agitar,
España es mucho más. Cierto que somos el país más al norte de África y, por ende, el más al sur de Europa. Una característica
única que nos convierte en una sociedad particularmente rica. Una sociedad en
la que abunda la diversidad, en la que el mestizaje de culturas debería de ser
el eje vertebrador de un país que se empecina en aferrarse a las diferencias.
Son muchas
más las cosas que nos unen. Nos une una lengua, el más potente generador de
riqueza que una sociedad puede tener. Somos palabras. Sin que las diferentes
lenguas de cada zona supongan un menoscabo alguno para aquellos lugares donde
no las puedan disfrutar. No recuerdo quien decía, a propósito del idioma
materno de su comunidad: “éste es como las zapatillas para andar por casa, y el
español es el que me permite viajar”.
Los que
se aferran a las banderas para señalar a otros que no lo hacen como “menos
patriotas” no son más que imbéciles que se creen en poder de la verdad. Una verdad
que, por otro lado, siempre será relativa.
Somos un
conjunto de pueblos que viajamos por
nuestro universo particular de la mano de ese cordón común en forma de lengua
que nos permite comunicarnos allá donde quiera que se extienden los límites
patrios…y más allá.
Personalmente
me siento muy orgulloso del euskera, del catalán, del gallego…. Creo que supone
una riqueza tremenda y que su aprendizaje debería de ser posible para todos y
cada uno de nosotros. El conocimiento jamás está de más. Conocer un idioma
ayuda a profundizar en la cultura popular. A descubrir que, bajo diferentes
entonaciones hacemos las mismas cosas en todos los lados.
Palabras
como “badalada” , “luscofusco”, “morriña”…tienen una carga emotiva tremenda. Para
los que somos gallegos nos traslada a las esencias de nuestra comunidad, para
aquellos que llegan de fuera y pueden entenderlas supondrán adentrarse en las
peculiaridades de una maravillosa sociedad.
Mi adorado
Labordeta cantaba:
“Haremos el camino
En un mismo trazado,
Uniendo nuestros hombros
Para así levantar
A aquellos que cayeron
Gritando libertad”
Y nadie
como él me ha enseñado las bondades de un maravilloso país del que estoy
profundamente enamorado y del que me siento muy orgulloso. A veces, aquellos
que tienden a criticar este batiburrillo de costumbres y pensamientos,
comparándolos con otras naciones; deberían de viajar más. Pero no sólo por
aquellos países que idealizan, sino recorrer este vasto universo al sur de
Europa. Quizás, de ese modo, descubrirían que somos mucho mejores de lo que
creemos. Viajar es el mejor aliado
contra la estupidez, el racismo y los clichés.
Lo bueno
de tener un himno sin letra (jamás nos pondremos de acuerdo para una), es que para
nuestros adentros podemos interpretarla como queramos. Y sentirla. Al menos yo
la siento. Y no preciso ser un abrazafarolas que enarbole una bandera de manera
diferenciadora.
Cuando escucho
“els segladors”, “gora ta gora Euskadi”, “Os pinos”…tengo respeto por una parte
de la sociedad en la que vivo que siente por las mismas melodías algo
diferente, mucho más profundo.
He viajado
mucho por las 50 provincias de España y también por los 17 distritos de
Portugal, durante años. Y, desde mi humilde punto de vista, nos unen muchas más
cosas de las que nos diferencian. Y a esas, a las comunes, es a las que debemos
aferrarnos. De la unión de voluntades salen siempre grandes movimientos
sociales, culturales, etc.
¿Qué
diablos es España entonces? Definiría a España como ese intangible que siempre
estará presente en nuestras vidas, sin importar donde vivamos o estemos. Ese todo
y ese nada. Uno no sabe por qué, pero sabe que lo es. Sobre todo cuando ese
pensamiento nos aborda lejos.
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