EL VIAJE DE LOS SENTIMIENTOS
“Sentir es crear. Sentir es pensar sin ideas y,
por lo tanto, sentir es comprender, ya que el Universo no tiene ideas.” Pessoa.
No puedo estar más de acuerdo
con él. Pues somos poco más que un saco de sentimientos que viaja del
nacimiento a la muerte; del ser a no ser.
Nuestras experiencias
vitales van acomodando los sentimientos alrededor de nuestro ser. Van dejando
un espeso poso que, con el tiempo, impedirá ver al trasluz quienes éramos. Nos dejarán
ver quiénes somos en cada instante que nos paremos a vernos.
Aprender cuando se
pierde es duro. Muchas veces las lágrimas del alma nos impiden observar lo que
viene. Embozan nuestra existencia en un batir constante de las olas contra una
costa que no retrocede. Tan sólo se desgasta. La pena siempre es transversal,
nos afecta a todo. No es sencillo encontrar el atajo o la puerta de salida. Por
eso siempre he intentado ir hacia delante, aun cuando muchas veces ese “delante”
no sepa en qué dirección fluye.
Tampoco uno aprende
cuando gana; sólo aprende a soslayar la tristeza para continuar avanzando. La efusividad
de un instante lleno de lujuria o amor ejerce, como el champagne, una potente
salida de sentimientos positivos que barren con todo atisbo de pena. Un efecto,
sin embargo, que puede resultar efímero y dejar nuestro corazón como un solar.
Con el paso del
tiempo el viaje de nuestros sentimientos va labrando un camino, siempre
personal e intransferible, en el que se van fijando los asideros a los que
podremos recurrir cuando nos abrumen tristeza o alegría. Pues nada dura para
siempre.
Vivir el presente es
el único modo de sentirse vivo en realidad. El futuro no lo conocemos y nuestro
pasado ya lo hemos dejado atrás, y no regresará. Aquí y ahora. Mañana puede ser
tarde. Los planes no son sino quimeras que nos empujan a seguir caminado. Pero se
trata de un sendero que nos viene marcado. Que acometemos en base a lo que
creemos saber, sin más certezas que la expiración que seguirá a nuestro último
acto.
Acostumbrados a
juzgar y a ser juzgados, nos olvidamos con demasiada frecuencia de algo tan
inestimable como es vivir. A veces tenemos que ser valientes y cruzar nuestro
Rubicón para poder seguir camino a Ítaca, se encuentre esta donde se encuentre.
Uno debe de dejarse llevar por los sentimientos que tiene en cada momento. No existe
otro modo de ser sinceros con nosotros mismos. Todo lo demás es attrezzo, una
suerte de pátina de falsa normalidad con la que quedar bien con los demás. Como
si los demás fuesen guardianes de lo que sentimos.
“El cuerpo humano es el carruaje; el yo, el
hombre que lo conduce; el pensamiento son las riendas, y los sentimientos los
caballos”. Platón
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