CAINISMO
No sé si vivimos en el país más cainita del mundo, pero
es posible que sea así. No se me ocurre otra manera de entender a una sociedad
que vive en continuo revanchismo desde que el tiempo es tiempo. Quizás más
acusado ahora, tras más de treinta años de palabras hueras y medias verdades de
tantos medios como han surgido.
Hubo un tiempo en el que los debates políticos que se
veían en la tele o se podían escuchar en radio, tenían un poso importante. Se trataba
de confrontar ideas desde el conocimiento de lo que se decía. Con la formación,
académica o de vida, precisas para expresar una idea de manera ordenada. Ello derivaba
posteriormente en conversaciones de calle o barra de bar, con cierta carga
social.
Hoy, el estercolero periodístico está corroído por las
empresas. Corruptas la gran mayoría y que buscan la manipulación social. Intentan
que estemos de un lado o del otro de la opinión que ellos manifiestan. Como si
fuese algo dogmático y no una burda utilización.
Si en este país la Constitución tuviese algo parecido a
la Segunda Enmienda de la Constitución
de EE.UU, habría muertos cada día. Y resulta chocante que eso ocurra en una
sociedad que debería de estar formada, documentada y con muchas historias del
pasado superadas.
Pero no interesa que esto sea así. Las enemistades
generan riqueza en aquellos que la aparentan mientras se abrazan en privado. Una
buena parte del periodismo se ha convertido en megáfonos de quienes exhortan
derechos y deberes a voz en grito; ejerciendo, eso sí, sólo los primeros.
“Si hay un idiota en el poder es porque quienes lo
eligieron están bien representados”, sólo así se puede entender que personas
con nulas capacidades acaben teniendo poder a pesar de llevarse dinero de
todos, dejar morir a personas en residencias, etc.
Esta continua manipulación informativa tiene sus réditos.
Sólo hay que ver a dónde han llegado algunos en televisión con menos luces que
las Cuevas del Rey Cintolo. También es posible, cómo decía Quevedo, porque “todos
los que parecen estúpidos, lo son y, además también lo son la mitad de los que
no lo parecen”.
Escuchas a alguien diciendo una cosa y la contraria, cada
día, y debería ser más que suficiente como para pasar página e ir a otear el
firmamento. Y a los buenos, a los que merecen la pena porque enarbolan siempre
el pensamiento crítico como bandera, los desaparecen. Porque la verdad siempre
será incómoda para el poder. Y los demás estamos siempre invitados a la cena de
los idiotas.
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