LEVEDAD

 

Siempre he sostenido que la vida hay que vivirla, masticarla, saborearla, sentirla…Y, sin embargo, no es fácil. En el pensamiento de Pessoa me he topado con reflexiones sobre nuestra manera de vivir que merecen, cuando menos, un tiempo para pensarlas. “Entre la vida y yo hay un cristal tenue. Por más claramente que vea y comprenda la vida, no puedo tocarla” (Pessoa). Y es que al fin y al cabo de la vida somos partícipes, por más que queramos ser espectadores. Lo somos de las ajenas en todo caso, pero no de la nuestra.

Así pues qué mejor que pasar por ella, el tiempo que nos dejen, de la mejor manera posible. Apartando, cuando sea necesario, todo aquello que menoscabe nuestra capacidad para disfrutar. La naturaleza nos ha dotado de sentidos que, en su conjunto, nos convierten en privilegiados. Y los usamos poco.

Cuando escapo a la montaña aprovecho para sentarme en medio de la nada, dejarme llevar por lo que escucho, veo, percibo…y debo de decir que cuanto más tiempo le dedico, más y mejores sensaciones encuentro. Cerrar los ojos, para poder ver; escuchar con atención para poder oír; tocar sin miedo a sentir…quizás sea eso vivir.

“El mundo es de quien nace para conquistarlo y no de quien sueñe que puede conquistarlo”; hace un tiempo que trato de seguir (dentro de mis posibilidades) esta afirmación de mi admirado portugués. En la medida que puedo pongo una pica en Flandes de cuando en cuando. Sé de mis limitaciones, a veces incluso de mi falta de virtudes, mas intento seguir caminando en busca de la utopía. Esa que Galeano explicaba de manera veraz…la utopía sirve para seguir caminando.

Y mientras caminamos, arrumbamos los malos recuerdos, para que el peso de la vida se nos haga soportable; y nos ayude a identificar el verdadero camino. “La carga más pesada es por lo tanto, a la vez, la imagen de la más intensa plenitud de vida. “Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más verdadera y real será”  (Kúndera). Frente a una vida aparente y llena de frivolidad que no nos permite ver el horizonte en libertad.

Nunca me he caracterizado por pasar de puntillas; por mirar para otro lado, o por ignorar aquello que siento o quiero. De vez en cuando la impulsividad me ha llevado a tropezarme con la frialdad de algún muro. Y no importa, pues caminando en paralelo siempre se acaba por alcanzar un pasadizo al otro lado; o el camino de regreso a casa.

Nuestra levedad respecto al peso de la vida nos hace casi etéreos. Significamos lo justo para quien nos aprecia y nada para quien ignora nuestra presencia. La impronta que podemos dejar siempre permanecerá en la memoria de alguien.

Somos levedad

“Como tú, camino por esta estrecha calle
Como tú, necesito soles que giren para alumbrarme
Que hagan brillar lo bueno que pueda haber en el alma
Sonrío al viento porque, en él, huelo el humo del incendio” (Manolo García)

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