MIRANDO AL INFINITO
En muchas ocasiones, la mera
contemplación del infinito logra un efecto apaciguador en nuestro interior
cuando éste se encuentra agitado. Se produce una suerte de catarsis que
traslada la realidad a una dimensión diferente, situándonos en un bienestar
paradójico y eficaz.
La paradoja se produce cuando la
calma ocupa el lugar del caos; su eficacia reside en que tiene la capacidad de
socavar los cimientos del conjunto de
desencantos que van apostándose a un lado y otro de nuestra vida.
Todos deberíamos realizar
nuestro particular viaje a Ítaca,
iniciar un nuevo camino en la vida, o desandar el que, hasta ahora
recorríamos, e ir limpiando la suciedad que se ha ido acumulando.
Nada hace indicar que en el
infinito encontremos respuestas, ni siquiera es sencillo afirmar que uno pueda
comprenderlo, mas si entendemos como infinito aquello que se encuentra más allá
de nuestras posibilidades, entonces nuestro
mundo finito es terriblemente escueto.
Sentado en una roca mirando al
mar, esa inmensidad de agua que llega a sobrecogerte por la comparación, he
llegado a razonar sobre mis actos, a replicarme
a propósito de mis decisiones…he mantenido un diálogo de locos…
Como de toda locura siempre se
saca un punto de cordura, quiero pensar que he acertado con el punto y que, de
ahora en adelante, mis decisiones habrán de ser las correctas. Pero no
correctas en sentido estricto, de cara a los demás; sino correctas en sentido
práctico, de cara a mí mismo.
La vorágine de una sociedad tan
rápida como la que nos toca vivir hace que sea difícil poner en cuestión
supuestos que ocurren; conviene por tanto hacer un pequeño paréntesis para
averiguar si aquellos que se acercan merecen el derecho de hacerlo, y por tanto
dejarle paso franco o, por el contrario, gastar tiempo es un trabajo
innecesario y, por tanto, hay que vaciar la mochila de cargas innecesarias.
En ello he estado, ha sido
breve, pero ha sido importante…mirando al infinito…
Comentarios
Publicar un comentario