LAS MADRIGUERAS DE LOS SENTIMIENTOS
Resulta
curioso como el ser humano logra protegerse del enemigo más peligroso, sus
sentimientos. Años de un cuidadoso plan
llevado a cabo por el corazón y la mente de muchas generaciones de
personas.
Durante
siglos hemos ido construyendo elaboradas madrigueras en las que los afectos,
los odios, las fobias y demás sentimientos profundos se han ido escondiendo. Y
es en ellas donde permanecen ocultos hasta que su presencia es necesaria o se
antoja imprescindible.
Quizás
sea el odio el sentimiento que toque más
a arrebato. No en vano muchas de las barbaridades de este mundo suceden después
de brotes exacerbados de un odio lacerante que dinamita la mejor de las mentes
has convertirlas en poco más que polvo.
Sin
embargo nada acongoja más que el amor, ningún sentimiento ha movido más a la
humanidad que éste. Las razones, no por manidas, dejan de ser importantes.
Desde mi punto de vista la virtud del hombre reside en saber administrar los
sentimientos de amor, sin caer en la precariedad de quien apenas sabe amar por
no haberlo trabajado.
Es
posible que la razón sea capaz de adecuar los pensamientos a la realidad que,
posteriormente, debemos vivir. Mas siempre he guardado para mí que la razón, en
un sentido más metafísico, obedece sin duda a los sentimientos. No somos seres
inanes, no tomamos una decisión de un modo aséptico, es falso. Decidimos
después de sentir.
Sentir
y razonar lo que sentimos siempre será un ejercicio personal y complejo. Ya no
sólo por cómo o qué sentimos; sino porque quizás no tengamos la capacidad de
medir, o nos falten los indicadores mínimos del “desde y el hasta”. Los
sentimientos condicionan todo cuando hacemos.
Comentarios
Publicar un comentario