LA OTRA CARA DE LA PANDEMIA
Casi un año después de que la palabra “pandemia” inundase nuestro
vocabulario diario como un mantra, seguimos casi en las mismas. Lo que, visto
con cierta perspectiva, no dice mucho de nuestra capacidad como sociedad para
hacer frente a los condicionantes de la misma.
En este tiempo hemos pasado de asustarnos y aprender a valorar las pequeñas
cosas; de ser conscientes de que algo nos movía el statu quo sin margen de
maniobra a menospreciar su capacidad para ello. Nos creemos invencibles y lo
único que mostramos son nuestras carencias individuales y colectivas.
Más allá de las capacidades de unos y otros para gestionar los recursos
públicos encaminados a la lucha contra un virus invisible que cuesta vidas; se
han visto nuestras propias costuras como seres sociales. Hemos sido incapaces
de estar a la altura de lo que era bueno para nosotros mismos.
Cuando las sociedades se ven sometidas, de pronto, a episodios trágicos que
cuestan vidas; generalmente se comporta de manera ejemplar. Salimos a la calle
con ganas de ayudar, mostramos nuestro lado altruista, etc. Normalmente estos
episodios suelen ser cortos en el tiempo y tendemos a reaccionar bien. Pero en
este caso va para un año (y seguirá) y han salido a la luz muchas conductas que
son, manifiestamente, egoístas.
Uno puede estar en desacuerdo con la opinión generalizada y manifestar su
desaprobación por el uso de mascarillas, distancia de seguridad, etc. Sin
embargo, cuando con tu manifestación pones en peligro las vidas de los demás,
ya no hablamos de libertades sino de atacar el derecho a la vida.
Otra cara de la pandemia radica en un hecho muy español: “saber de todo y
tener razón”. No hay mañana en el que se asome a prensa y redes sociales y
encuentre expertos de todo. Somos, sin duda, un país sin parangón en este
sentido. Miles de personas hablan de inmunidad, virus, cepas víricas, cargas
víricas…sin tener ni puñetera idea de lo que ello significa en realidad. Pero
lo peor no es eso, sino que hemos perdido el “deseo de saber la verdad mediante
el conocimiento”, y nos limitamos a leer las opiniones afines a nuestros
criterios o enjuiciar las de los no afines con argumentos de los que sí lo son.
Acudir a los libros, no siempre se encuentra en las redes sociales lo que
realmente es verdad, siempre será un ejercicio inteligente. Por un lado puedes
descubrir si la información que acabas de leer, escuchar o ver, es verídica o
no. Además volverás a sentirte útil, dando a tu cerebro la oportunidad de
elaborar un criterio propio en base a los conocimientos adquiridos y no opinar
así, de parte.
Son tiempos estos de mucha polarización; una época en las que el
pensamiento dirigido está más presente que nunca. Coincidiendo, además, con el
momento en el que más acceso tenemos a la información y a la formación. Pero da
la sensación de que vivimos anestesiados por unos medios de comunicación que
quieren ser moduladores de conciencias sociales para servir a quienes les pagan
y sostienen.
No será este el virus definitivo. Ciertas corporaciones han encontrado un
filón y no lo van a dejar. El tiempo tal vez me quite la razón; pero me apuesto
mi nulo capital a que en los próximos 20 años los virus y las bacterias serán
parte de nuestras vidas con más peso que nunca. Han encontrado el modo de
condicionar nuestras vidas, de modularlas, de indicarnos cómo debemos de
comportarnos, incluso pensar.
Llevamos un periodo, en occidente, demasiado largo sin luchas bélicas; sin
enfrentamientos entre naciones que arrasen las economías de unos cuantos para
que otros se beneficien con las reconstrucciones. No está bien vista la guerra,
demasiada sangre quizás. Pero un nuevo “campo de batalla” se ha plantado
desde hace casi un año en nuestro comedor.
De nosotros, y sólo de nosotros, depende el juego.
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